La primatóloga británica, dedicó su vida a demostrar que los seres humanos no estamos separados de la naturaleza, sino profundamente ligados a ella.
Jane Goodall nació en Londres en 1934 y, desde niña, supo que su destino estaba ligado a los animales. En 1960, sin estudios universitarios formales en ciencias, viajó a Tanzania y se instaló en el Parque Nacional Gombe Stream. Allí, con paciencia y sensibilidad, observó lo que nadie antes había registrado: los chimpancés salvajes utilizaban herramientas, organizaban sociedades complejas y expresaban emociones profundas. Sus descubrimientos borraron las fronteras rígidas que separaban a los humanos de otros primates y transformaron para siempre el modo en que entendemos la vida.

Pero su contribución no se limitó a la investigación. En 1977 fundó el Jane Goodall Institute, dedicado a la conservación y la educación ambiental, y más tarde el programa Roots & Shoots, que empodera a jóvenes en más de 60 países para liderar proyectos de protección ambiental y justicia social. Su voz se convirtió en un faro para denunciar la pérdida de hábitats, el cambio climático y el maltrato animal, siempre desde la convicción de que la naturaleza puede recuperarse si le damos una oportunidad.
Goodall recibió decenas de reconocimientos a lo largo de su vida, entre ellos la Medalla Presidencial de la Libertad en Estados Unidos y el título de Dame Commander of the Order of the British Empire. Sin embargo, más allá de los honores, lo que definió su legado fue su capacidad de inspirar. “La esperanza no significa sentarse a esperar que algo pase. Significa preguntarse qué puedo hacer yo en mi comunidad y atreverse a pensar en grande”, solía decir.
Hasta sus últimos días, Goodall se mantuvo activa, viajando por el mundo para dar conferencias y compartir su mensaje. Falleció en California, como parte de una de estas giras, en plena coherencia con su vida dedicada a tender puentes entre el conocimiento científico y la acción colectiva.



Su partida este pasado 1 de octubre, deja un vacío inmenso, pero también una certeza: cada gesto importa. Jane Goodall nos enseñó que la compasión y el respeto hacia los animales, las personas y la Tierra no son solo valores, sino caminos posibles hacia un futuro más justo y sostenible.