Desde las calles del mundo hasta los sets más prestigiosos, la fotógrafa uruguaya ha construido una voz visual única: intuitiva, elegante y profundamente humana.
Desde muy joven, Romina Intrioni encontró en la cámara una forma de mirar el mundo con sensibilidad y propósito. Lo que comenzó como un juego, documentar con una cámara de bolsillo los momentos cotidianos, las salidas con amigas o las reuniones familiares, se transformó con los años en su manera de contar historias. Hoy, su lente traduce emociones y convierte la moda en un lenguaje que conecta estética, identidad y alma.
Su sello es inconfundible: buscar la autenticidad en cada retrato. “Me gusta transmitir la esencia de las personas y del lugar, captar esa energía que se siente pero no siempre se puede explicar”, cuenta. Esa búsqueda de lo real, más allá de la pose o la perfección, ha sido la clave de una carrera que ha crecido a fuerza de visión y sensibilidad.


El camino, sin embargo, no fue sencillo. Romina dio sus primeros pasos en la industria con un acto de fe: viajar por su cuenta a cubrir su primera Fashion Week, sin contactos ni clientes, solo con la intuición de que ese era su lugar. “Nadie me conocía, pero confié en mi visión, y poco a poco los clientes empezaron a llegar”, recuerda. Ese salto al vacío marcó el inicio de una trayectoria que hoy inspira a nuevas generaciones de fotógrafos.
Tras colaborar con marcas internacionales como Tommy Hilfiger, su nombre se ha convertido en sinónimo de talento latino con proyección global. Su más reciente experiencia en París, donde retrató a tres personalidades latinas para una campaña de la firma, reafirmó su compromiso con contar historias auténticas, llenas de estilo y emoción. “Fue un honor que confiaran en mí para capturar momentos tan significativos”.


Romina encuentra su inspiración en el movimiento, los viajes, las conversaciones inesperadas y la energía de lo nuevo, pero también en la calma y la introspección. “Mientras siga sintiendo emoción y felicidad al hacerlo, sé que estoy en el camino correcto”.
Y así, entre luces, retratos y pausas, su fotografía sigue revelando lo invisible: esa sutil conexión entre lo que se ve y lo que realmente se siente.